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“Tú me recuerdas…”

Mar Rivera



Tú me recuerdas… es un documental autobiográfico que retrata el proceso mediante el cual Mar intenta encontrar su identidad. La película se entreteje entre puestas en escena, reflexiones, material de archivo casero y diálogos íntimos con su madre Luz, Amelia y Vilma, siendo las tres figuras maternas para ella; en las que va encontrando nuevas preguntas sobre su vida, generando posibles respuestas. Transcurre entre la Ciudad de México y La Habana, Cuba, lugar de sus sueños familiares. Es una búsqueda por resignificar su historia personal y familiar, en la que se cuestiona si las utopías con las que vive son heredadas o propias.


Hace cuatro años empecé este proyecto sin saber muy bien el camino que tomaría. Teniendo como único eje lo que estaba pasando en mi vida: mis recuerdos me atormentaban. La memoria sobre mi infancia, la relación con mi padre, con mi madre, con mis parejas, conmigo misma, es decir, mis historias de amor y desamor. Todo esto devino en un pasado continuo, pero uno que no podía habitar, que se fundía con el presente, dificultando el hoy. Me sentía mala hija, mala pareja, pequeña mujer. Tras varios meses de hacerme preguntas, llegó una que determinaría el camino a seguir: ¿Todas las mujeres viven de la misma forma sus recuerdos? Ahí fue cuando decidí emprender una travesía, que tiene como objetivo encontrarme a mí misma. Sin darme cuenta, comencé el viaje del consuelo, del amor que abraza, que transmite y repara.


Este viaje me llevó en un primer momento a mi mamá. Tenía una necesidad gigantesca de conocer su historia, de acceder a momentos de su vida de los cuales sabía poco, y compartir mis sentires sobre muchos otros en donde las dos estuvimos presentes; en la familia, en la relación con mi padre, en su matrimonio, para así darme cuenta de si la forma en que yo recordaba lo sucedido era lo que había acontecido o si acaso había decidido guardar solamente los momentos que me producían sentimientos de soledad, desamparo, tristeza, abandono. Mi interés era conocerla, tener un acercamiento con Luz, que antes de ser madre es una persona, que tuvo otras vidas, y que de cada uno de los eventos de ellas guarda algo. Este encuentro me incitó a querer conocer más sobre otras mujeres, sus memorias, sentires, relaciones, su forma de habitar los recuerdos, para entender cómo a partir de ellos construyen su narración íntima de vida.


¿Por qué es importante contar esta historia? Creo que su importancia reside en el mismo lugar que su simpleza. Esta es una historia de una mujer que vive en un contexto muy específico y, por lo tanto, tiene una situación concreta. Precisamente eso es lo que nos permite conocer a Mar: su singularidad. Mediante este encuentro, busco generar una relación interpersonal -espectador/ personaje- que posibilite el identificarte con una voz que, desde la honestidad, la sinceridad y la vulnerabilidad, se descubre ante nosotrxs.


El camino del autodescubrimiento me ha llevado a ver que entre mujeres tenemos más cosas en común de las que pensamos. En estos años de compartir mi historia, de irla tejiendo, en los que he mantenido diálogos largos y profundos con mis amigas, madres y compañeras, he podido identificar que nuestra forma de vivir, de sentir, de recordar —de cómo nos entendemos a nosotras mismas— tienen varios rasgos en común, que son algunos de los aspectos que se abordan en el documental —desde la aparente superficialidad. Estos rasgos en común son la depresión, la desolación, el sentirse abandonadas; las heridas de un pasado que se diluye entre tus manos pero que con su ir y venir va dejando marcas, restos, esto se asienta creando capas que cargamos a diario, difíciles de remover.


¿Cómo ha sido este proceso de encontrar la historia que quieres narrar? Ha sido largo, por unos momentos difícil, triste, solo, muy solo, en otras ocasiones alegre, compartido, amoroso, liberador. Como dije al principio, llevo cuatro años en la búsqueda, una que comienza con la muerte de mi padre. La muerte siempre es ausencia y posibilidad, ausencia de una parte de ti, de la historia, de lo que nos conforma, pero también posibilidad de revisar nuestra memoria, lo que se ha dicho, de replantear nuestro camino. Dicen que los recuerdos que tienen mayor fuerza -por su carácter de traumáticos-, son casi siempre los de dolor; no sé si sea cierto, pero en mi caso así lo fue, creo que todavía lo es. Comencé a revisar mi relación con el mundo, conmigo misma, esculcando mis pensamientos hasta encontrar por qué todo lo que vivía al recordar mi vida era dolor y tormento.


Necesitaba hablar sobre mi experiencia de nacer y vivir mujer, del proceso vital que he atravesado en los últimos años de mi etapa adulta. Para ello recurrí a mi madre, Luz, -que como la metáfora perfecta- llega para alumbrar mi vida en uno de los momentos más oscuros, iluminando el fondo de mi mar, de Mar, arrancándome de los brazos de la muerte, de las profundidades de la depresión y la desolación. Ella me ha dado la vida dos veces. Es la luz en mi camino.


Otro momento fundamental y decisivo para mi historia fue la residencia del Festival de cine documental mexicano Zanate. En este espacio encontré el amor, el acompañamiento y el llanto necesario para atreverme a dejar de esconderme atrás de mis personajes. Fue la posibilidad de mirarme de frente en el espejo y reconocerme; ver que yo soy la voz, el alma, el amor y el dolor de mi documental. Ahí encontré gente hermosa que con palabras tiernas me aterrizó para después pedirme que abriera las alas para emprender el vuelo con mayor fuerza.

La compañía de mucha gente ha sido importante en este proceso; mi familia, amigas, amigos, amigues, amores, desamores, las personas que me acompañaron en mi primer rodaje y todxs los que se han sumado para estar en la segunda parte de la filmación que está por venir, sin ellxs nada sería posible.

El cine documental sólo lo puedo entender desde la experiencia compartida, en ella vives y revives muchos aspectos de tu vida. Con mi equipo nos hemos dado la posibilidad de mostrarnos vulnerables, encontrando ahí la posibilidad de cambio, mediante la ternura, el amor. Espero que así sea hasta el final.


¿Por qué Cuba?

Creo que puedo partir de que es un lugar muy importante para la historia de mi familia. Siempre que me preguntan esto comienzo contando que mis padres durante su juventud fueron militantes de izquierda, pertenecían a un grupo de jóvenes maoistas soñadores que creían en las utopías de la revolución socialista.


Para esos años la isla enviaba el mensaje de que todo aquello que pensaban en conjunto, en asambleas interminables, marchas semanales, panfletos viscerales, había valido y valdría la pena. Ahí se empieza a construir la relación de mis padres con Cuba, en el sueño, la utopía, que más adelante -esos mismos sueños de mundos/ relaciones mejores- intentaron trasladarlos al proyecto de familia. Su luna de miel fue en Cuba, la primera vez que salí del país fue a Cuba, mi hermano estudió en Cuba, todo era Cuba. Mi casa es una mezcla de la cultura mexicana y cubana. Siempre en los festejos familiares cocinamos arroz y frijoles, carne de cerdo y yuca; cuando estamos aquí mentalmente estamos allá. En todos lados busco a mi pequeña Cuba, incluso ahora que me mudé a Mérida la encontré, o más bien, ella me encontró.

Cuba se volvió la casa de nuestras utopías, de nuestros momentos felices, de todo eso que soñaron mis padres, y que después nos heredaron a sus hijxs. En todo este tiempo hemos ido construyendo relaciones muy significativas, al punto de que yo las reconozco como mis relaciones familiares, esa familia que se elige, no la de sangre. Vuelvo a mi isla todos los años porque de cierta forma resguardo ahí mis recuerdos alegres; un lugar en donde el tiempo no pasa, al que vuelvo siempre a reencontrarme con mis afectos más preciados. Dicen que mientras avanzamos hacia la utopía ella retrocede dos pasos.


¿Qué es lo que quieres decir al contar esta historia? Espero que el mensaje principal de mi documental sea que todas las historias importan. Las memorias individuales, familiares, comunales importan, porque es nuestra voz. Los libros, las películas, la música, la pintura -las artes en su conjunto-, tienen que narrar lo que sentimos y vivimos. Lo concibo como parte del autorreconocimiento y el reconocimiento de la otredad, esa espiral eterna.


Es la lucha contrahegemónica, la resistencia. El darle cara a un mundo que nos presenta en libros y pantallas que sólo las historias “dignas” de conservar y contar son las de personas “sobresalientes” -en el mejor de los casos-, en otros tratan de personas inventadas e irreales, basadas en preconcepciones mercantilistas.


Me gustaría que todas las personas que vean mi documental encuentren un poco de sí en él. Sueño al pensar y pienso soñando en que este pequeño y primer aporte se encamine hacia una sanación personal y colectiva, en la que podamos ser capaces de resignificar nuestra historia, nuestros recuerdos. Pero bueno, con que les genere alguna emoción estaré más que satisfecha.



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