Mayra González
Siento el latir triste de mi árbol
cuando le desnudan y le arrancan su rama,
el brote suave de sus hojas se detiene.
Su pulso se hace débil, surgen espinas desoladas.
Quisiera ser el viento que protege fuerte
el ropaje del bosque y la flor abandonada.
Si de mi corazón brotase lluvia y pudiese
hacer algo por darle sentido a este amigo
derruido, ayudando a que sus copas fueran más altas.
Todo lo aniquila el paso del hombre.
Árbol, corazón de niño, no llores más
por lo caído, levanta tu rama en el firmamento
resurge de la tierra seca, eres joven,
que tus semillas vuelen con quietud
y pueblen este mundo de tierra desierta.
Fotografía de David Big en Unsplash.
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